La evidencia internacional acumulada señala que una de las formas de aplazar en el tiempo y contener la dispersión de enfermedades virales altamente contagiosas en las ciudades es la cuarentena. En ese sentido, y tomando en cuenta cómo ha evolucionado el COVID-19 en el mundo durante 2020 y lo que va del 2021, los confinamientos están siendo parte habitual de nuestra forma de vivir, y así será, al menos, hasta que la vacuna haga lo suyo y la pandemia esté más controlada.
Las cuarentenas son duras. Limitan la movilidad, nos encierran en casa y nos impiden hacer nuestra vida normal. Y en esta dinámica, nuestros perros -que ya vivían en cautiverio- ven aún más apretado el cerco de sus libertades. Ya no salen como antes, y ya no pueden dar vueltas por el barrio para hacer sus necesidades, socializar, olfatear, explorar y distenderse.
Con ello, aparecen nuevas lógicas de convivencia. Muchos humanos reciben como un regalo del cielo el hecho de poder estar 24/7 encerrados con sus perros, durmiendo con ellos, tomándoles en brazos, o teniéndolos encima de sus piernas mientras teletrabajan. Por lo tanto, el perro comienza a vivir procesos de limitación de movimiento que van de la mano con dinámicas que promueven el híper apego, y terminan dependiendo de la presencia del humano para todas sus actividades.
No es raro, entonces, que los perros terminen cursando cuadros de ansiedad por separación cuando, luego de varios meses confinados, sus humanos vuelven al trabajo presencial y ya no lo tienen 24/7 a su lado. Ya no está el humano en el sillón para acostarse junto a él y estar todo el día juntos, y, por consiguiente, el perro debe re-aprender a construir equilibrio estando solo, procesos que requieren de ayuda profesional.
Las medidas de confinamiento deben considerar la lógica de una familia multi especie. Hace muchos años sabemos que los perros son seres sintientes, con un aparataje emocional muy parecido al de los seres humanos. Son animales que generan mucho apego con su familia, y que tienen necesidades físicas, mentales y sociales. No son un mueble, no son un adorno en el patio, ni parte del mobiliario de la terraza. Son seres vivos que forman parte de una familia.
Sobre esta base, las medidas deben ser flexibles con aquellas familias que tienen perros, sobre todo en departamentos. No basta con salir en la banda horaria del programa Elige Vivir Sano. Un perro necesita ir al baño varias veces al día, no solo entre las 6 y las 9 de la mañana. Además, su bienestar está en riesgo cuando se le relega al encierro total, porque deja de socializar y vincularse con el mundo, y muchas veces termina, a la larga, desarrollando problemas de reactividad o de mala gestión del entorno, lo que repercute directamente en la relación con su grupo familiar.
Si se toman las medidas sanitarias pertinentes (uso de mascarilla, salir solo una persona, mantener distancia física y no aglomerarse), los perros pueden ser sacados a la calle varias veces al día para mantener un mínimo de relación con el entorno, instancias de baño, recreación, exploración, olfateo y ejercicio físico para su bienestar.
Además, los profesionales abocados al comportamiento y bienestar del perro (Adiestradores, Entrenadores, Etólogos Clínicos Veterinarios y otros) deberían contar con mayores libertades de movilidad para poder ayudar, atender y trabajar con familias que tengan perros con problemas de comportamiento o con necesidades de educación y entrenamiento durante los períodos de confinamiento.
¿Piensa alguien, antes de dictaminar una cuarentena, cómo es encerrarse 24/7 con un perro agresivo? ¿Piensa alguien cómo es encerrarse 24/7 con un perro altamente energético e hiperactivo? ¿Quién ayuda a esas familias?
Por supuesto, en una lectura simplista, ante los ojos de muchos expertos probablemente el adiestramiento y la educación canina no sean actividades esenciales, como para dejarles en libertad de movimiento mientras haya cuarentena. Pero cuando les toca lidiar con un perro ansioso, que producto del encierro comienza a redirigir su frustración mordiendo a uno de sus hijos, se darán cuenta que la necesidad de contar con profesionales de la conducta canina en tiempos de cuarentena es fundamental.
Es de esperar que, en nuevos escenarios de encierro, se considere la salud mental de las personas y de sus perros, y que se tomen decisiones con mayor criterio y apoyados por personas que entiendan de bienestar animal y de la relación que existe en las familias multi especie, que cada vez son más en nuestro país.
No se trata de un libertinaje mal entendido y de llenar las plazas para que los humanos se aglomeren junto a sus perros, porque ello no debe ocurrir. Se trata, simplemente, de dar libertades controladas y muy bien normadas para que las personas puedan salir a dar una vuelta a la manzana de su barrio con sus perros cuando éstos quieren, por ejemplo, ir al baño, o cuando manifiestan la necesidad de hacer un poco de ejercicio. El bienestar animal repercute también en el bienestar de la familia completa.
“El bienestar del perro está por sobre los objetivos de cualquier programa de adiestramiento”.