Por muchos años la TV nos ha invadido con información de todo tipo, y el mundo canino no ha quedado al margen de los fenómenos comunicacionales.
Sumemos a lo anterior los consejos del “experto del parque”, las recomendaciones de los foros de Internet y los tutoriales online sobre cómo “controlar” a tu perro, y tenemos una perfecta receta para cocinar un plato amargo, sin sazón, sin lógica y con resultados desastrosos.
Mucha de la retórica que abunda aún en Internet, YouTube y -lamentablemente- en buena parte del mundo del adiestramiento canino, tiene asiento en la Teoría de la Dominancia del Dr., David Mech (1970).
Mech estudió el comportamiento de los lobos, tomando ejemplares de distintas manadas no emparentados entre sí, haciéndoles convivir en cautiverio, y publicó un libro en el que impulsaba la teoría del “Alfa”, una suerte de jefe de manada que, por la vía de la fuerza y la agresividad, imponía las reglas al grupo.
Treinta años más tarde, el mismo Mech sostuvo que la teoría era errónea, y que los lobos en realidad no se comportan de esa manera, sino más bien en una estructura familiar de cooperación mutua, con un padre y madre reproductores que crían, educan e interactúan con sus cachorros y el grupo de manera colaborativa. El error de su primera teoría, dijo, fue haber encerrado a lobos de distinta procedencia y sin parentesco, y haberlos sometido al cautiverio. El estrés hizo lo suyo y sucedió cualquier cosa, menos lo que es natural en el comportamiento de la especie en su hábitat silvestre.
El problema es que, por treinta años, distintos movimientos del adiestramiento canino alrededor del mundo hicieron eco de la teoría inicial de Mech, extrapolando su primer experimento en lobos a la vida entre humanos y perros, advirtiendo que, si el humano no dominaba al perro, el perro dominaría al humano, o que, si no nos transformábamos en el “Alfa” de la relación, nuestro perro tomaría ese lugar y nos “derrocaría”.
Ello dio pie al surgimiento de técnicas y herramientas aversivas (Alpha Roll, collares de ahorque o de púas, tirones de correa para “corregir” conductas, golpes y amedrentamiento), en el entendido de que “el fin justifica los medios” para que el perro entienda quién es el “dominante” y que él es el “dominado”.
Esto destrozó la relación entre los humanos y los perros, dañó severamente el vínculo y profundizó problemas de conducta al punto de hacerlos inmanejables o críticos, agudizando el sacrificio de perros alrededor del mundo y robusteciendo flagelos como el abandono animal y, por ende, la proliferación de perros vagos.
¿Qué sabemos hoy?
Los perros que son entrenados con técnicas y herramientas de castigo físico (que también hacen daño emocional) se estresan más, aprenden menos y son emocionalmente más inestables que perros que son entrenados sobre la base del refuerzo positivo. Su bienestar, por tanto, se ve severamente afectado.
La anterior no es una frase antojadiza, sino una afirmación razonable y certera, basada en la evidencia científica disponible hoy.
En diciembre de 2020, la revista PLOS ONE publicó los resultados de un estudio liderado por la Doctora Ana Catarina Vieira, de la Universidad do Porto (Portugal), titulado “Does training method matter? Evidence for the negative impact of aversive-based methods on companion dog welfare” (“¿Importa el método de entrenamiento? Evidencia del impacto negativo de los métodos basados en aversión en el bienestar del perro de compañía”).
Estudiaron el aprendizaje y la reacción biológica de dos grupos de perros: unos entrenados sobre la base del refuerzo positivo y otros sobre la base de refuerzo negativo y castigo positivo.
¿Qué ocurrió? Los perros entrenados sobre la base del castigo positivo y el refuerzo negativo mantuvieron altos sus niveles de cortisol en sangre (estrés) por mucho tiempo, incluso en períodos de relajo, afectando su bienestar, mientras que los perros entrenados bajo el refuerzo positivo no presentaban estrés y tenían mayor disposición a aprender (porque no temieron equivocarse por miedo a recibir castigos).
“Nuestro estudio apuntó al hecho de que el bienestar de nuestros perros está en riesgo con los métodos de entrenamiento más violentos, especialmente si se utilizan mucho y por períodos de tiempo prolongados”, advirtió la Doctora Vieira.
Como el anterior, hay muchísimos estudios alrededor del mundo que plantean y concluyen exactamente lo mismo. Por lo tanto, ¿debemos controlar a nuestros perros? ¿Dominar a nuestros perros? ¡NO!, debemos entenderlos, trabajar en equipo con ellos y reforzarles positivamente lo máximo que podamos.
Un perro es un animal social, que necesita integrar un grupo y vivir acompañado. Si trabajamos con él, le acompañamos, le integramos a la familia y dejamos fuera de nuestra convivencia con él los métodos aversivos de “educación” (que de educación, a nuestro juicio, no tienen nada), los resultados son auspiciosos.
Si logramos comprender esto, todo funcionará mejor. Fueron muchas décadas de tirones de correa, collares de púas y ahorque, gritos, amedrentamiento, Alpha Roll y dominancia. Fue una época oscura para el perro, que lamentablemente aún tiene referentes y personas que insisten en prolongar el uso de estos sistemas y herramientas.
Elige educar en vez de dominar. Elige integrar en vez de controlar. Elige entender en vez de gritar. La culpa nunca es del perro: los humanos que domesticamos al perro y traemos uno a casa somos responsables (éticos y legales) de su bienestar.
“El bienestar del perro está por sobre los objetivos de cualquier programa de adiestramiento”.