Sorprende que en pleno siglo XXI haya tutores, profesionales y parte de la industria de las mascotas dedicados a la promoción del uso de herramientas aversivas (entiéndase collares de ahorque, púas y eléctricos) para la modificación conductual en el adiestramiento canino.
Sorprende, porque a pesar de que haya quienes sostienen que la evidencia científica no es concluyente al respecto (o que los estudios son sesgados e incluso tendenciosos, desacreditando, de paso, la labor académica y publicaciones de prestigiosas universidades alrededor del mundo que han alimentado políticas públicas en materia de bienestar animal), existe bastante consenso en el mundo del adiestramiento y la etología (clínica y no clínica) respecto de lo perjudicial que el uso de estas herramientas pueden resultar para el bienestar del perro.
En 2016, bajo el slogan “Dejemos de abusar de nuestros perros”, la Sociedad Protectora de Animales de San Francisco, Estados Unidos, con el apoyo del Colegio Norteamericano de Veterinarios del Comportamiento (American College of Veterinary Behaviorists), puso en marcha una iniciativa apuntada a concientizar a la población respecto de la necesidad de dejar de usar estas herramientas.
Algunas de las razones esgrimidas por la causa apuntaban a que estas herramientas son “dolorosas e inhumanas”, que “suprimen conductas, pero no las modifican”; que existen alternativas “más humanas”; que su uso “crea asociaciones negativas”; que “dañan la relación con el perro”; y, que los efectos secundarios pueden ser “depresión, agresión redirigida, y el deterioro de las relaciones sociales”.
Por otro lado, si se analiza la realidad (no la discusión) de países desarrollados en materia de bienestar animal, se observa que muchos Estados han suprimido por ley el uso de estas herramientas, como ha sucedido en Nueva Zelanda, Noruega, Dinamarca, Austria, Suiza, la provincia canadiense de Quebec, y otros, para el caso de los collares de púas.
Misma situación con los collares eléctricos. La Sociedad Europea de Etología Clínica Veterinaria (European Society of Veterinary Clinical Ehology) ha liderado interesantes campañas para prohibir su uso. El Kennel Club viene solicitando públicamente desde 2017 su prohibición en el adiestramiento y educación de los perros, y dicha herramienta ya está prohibida en países como Suecia, Suiza, Noruega, Dinamarca, Eslovenia, Austria y comunidades autónomas como Madrid, en España. A lo anterior, se suma la reciente resolución de la ministra de Agricultura y Naturaleza de Países Bajos, Carola Schouten, de prohibir su uso en 2020.
¿Y Chile?
En Chile existe una joven Ley de Tenencia Responsable de Mascotas (Ley Cholito), promulgada en 2017. Si bien es cierto es un avance que se reconoce transversalmente, es un hecho que se trata de una Ley que no profundiza respecto de la idoneidad de las herramientas para el adiestramiento de los perros, específicamente.
Chile, país maduro y en vías de desarrollo en el contexto regional, debiese recoger las experiencias anteriormente relatadas e iniciar un proceso legislativo para incorporar en la Ley la prohibición de estas herramientas. Por supuesto, será la legítima oportunidad para que los promotores de estas herramientas esgriman los fundamentos pertinentes para oponerse a una ley de esta naturaleza, enumerando y defendiendo las bondades que observan en estas herramientas, misma opción que tendrán quienes estén de acuerdo con la medida. Y como toda tramitación legislativa, será el Congreso Nacional, a través de sus comisiones y votaciones en Sala, el organismo que, luego de escuchar distintas voces, podrá votar una ley de esta naturaleza para su posterior promulgación -o no- por parte del Ejecutivo.
Hasta hace un par de décadas el perro seguía siendo un animal “de patio” o “de terraza”. Hoy, afortunadamente, la ciencia nos ha ido educando, y nos ha enseñado que los perros son seres sociales, sintientes y emocionalmente complejos, y el perro afortunadamente se ha integrado a la dinámica de los humanos, incorporándose a los grupos familiares. De hecho, algunos sectores ya acuñan el concepto de “familia multiespecie”, lo que es un avance superlativo si lo comparamos con la relación que tenía el humano con el perro 20 ó 30 años atrás.
Si hemos dado vuelta tantas páginas, ¿qué nos falta para dar vuelta una más? Voluntad, organización, humanidad y ganas de trabajar en equipo.
Adiestradores, Educadores, Etólogos (clínicos y no clínicos), Médicos Veterinarios, fundaciones y profesionales caninos del más amplio espectro deben confluir en una manifestación única de voluntad para impulsar cambios que vayan en beneficio del bienestar físico y emocional del perro.
Quedarse en la recomendación no sirve de mucho, porque habrá quienes sí los recomienden, con razones catalogables como genuinas o no (esa es otra discusión), por tanto, los tutores y tutoras recibirán señales encontradas de distintos profesionales del mundo canino respecto del uso de estas herramientas y se quedarán con la opinión de quien mejor les caiga o de quien les proyecte mayor seguridad.
Para evitar la opinión siempre hay que aterrizar la discusión a los hechos, y si los hechos indicasen que en Chile no se pueden usar estas herramientas porque la Ley lo prohíbe, habríamos dado un paso gigantesco y nos ahorraríamos discusiones eternas que nos desvían del foco: el bienestar del perro.
Las autoridades no tienen por qué ser conocedores de estas temáticas. Son las organizaciones y profesionales del rubro quienes debemos impulsar el cambio y hacerles ver su importancia. En Chile existe la Asociación de Etología Clínica Veterinaria, el Colegio Médico Veterinario, fundaciones de rescate animal, escuelas de Medicina Veterinaria de diversas universidades y profesionales del Adiestramiento y la Educación Canina que pueden unir esfuerzos y ayudar a dar vuelta la página.
No es relevante si eres más o menos profesional para usar un e-collar, un collar de púas o un collar de ahogo o de ahorque, porque lo cierto es que son herramientas que incomodan, causan dolor y atentan contra el bienestar físico y emocional del perro. La discusión debiese terminar ahí, pero siempre habrá quienes querrán eternizar el diálogo (o el monólogo, según sea el caso) discutiendo lo indiscutible.
Habrá personas que no estén dispuestas a sumarse a una iniciativa de esta naturaleza. Bien. No se debe demonizar ni tachar de “maltratador” a quien, por las razones que fuere, permanece impertérrito en su propia verdad y concepción de lo que considera “bueno” o “malo”. La discusión no es con ellos. Se debe concientizar a la población, a las autoridades y a quienes toman las decisiones de política pública en el país. Si las personas y la población en general toma conciencia de lo importante que es erradicar estas herramientas de la práctica de educación de cualquier perro, ahí habremos dado un paso gigantesco. Pero perder el tiempo discutiendo con quienes no quieren (o no pueden) entender lo mal que estas herramientas pueden hacer a un perro es como discutir con un árbitro…(no importa si tienes la razón o no, te pondrá una tarjeta roja en la cara y se acabará la discusión).
Avanzar en esta materia sería un progreso, incluso, cultural. Sería maravilloso pensar que las futuras generaciones de tutores y profesionales del mundo canino en general se criaran en un país en el que este tipo de herramientas no se pueden usar por ley. ¡El mejor de los escenarios!
Y bueno, ¿damos vuelta la página o nos quedamos de brazos cruzados? ¿Qué dices tú?
“El bienestar del perro está por sobre los objetivos de cualquier programa de adiestramiento”.